domingo, 30 de marzo de 2025

Para leer al Pato Donald

Para leer al Pato Donald es un análisis crítico de las historietas de Disney desde una perspectiva ideológica, argumentado que estos relatos no son meramente entretenimiento infantil, sino vehículos de transmisión de valores capitalistas y colonialistas en América Latina. A través del estudio de sus personajes y narrativas, los autores exponen como estos comics refuerzan estructuras de poder y legitiman la desigualdad social. La influencia de estos relatos en la infancia y la sociedad en general es profunda, ya que moldea la concepción de un sistema económico y político que favorece a ciertos sectores en detrimento de otros.

Dorfman y Mattelart sostienen que las historias de Disney funcionan como un instrumento de adoctrinamiento ideológico. Estos relatos no son naturales, sino que difunden una visión del mundo que promueve la aceptación del orden capitalista como natural e inmutable. A través de historias aparentemente inocentes, los lectores son natural e inmutable. A través de historias aparentemente inocentes, los lectores son condicionados a internalizar estructuras de poder que favorecen la desigualdad. Los personajes representan roles predeterminados que refuerzan la jerarquización social y disuaden cualquier cuestionamiento del status quo. La cultura de masas desempeña un papel clave en este proceso, ya que la repetición de estos mensajes en distintos medios refuerza su impacto en la audiencia, creando un marco de referencias homogéneo que naturaliza las relaciones de dominación.

Los autores argumentan que los comics de Disney reproducen una lógica neocolonial, en la que los países del Tercer Mundo son presentados como territorios exóticos y carentes de agencia, destinados a ser explorados y explotados por personajes foráneos. Este enfoque perpetua una mentalidad de dependencia y la idea de que el progreso proveniente exclusivamente de la intervención externa. Los países subdesarrollados aparecen en las historietas como espacios sin historia propia, donde la modernización sólo es posible a través de la intervención de los personajes protagonistas, quienes representan a las potencias económicas globales. Así, se legitima la idea de que las naciones periféricas necesitan ser guiadas por agentes externos, reforzando una visión paternalista que minimiza las capacidades de autogestión y desarrollo independiente de estas sociedades.

El universo narrativo de Disney establece una estructura de clases rígida. Personajes como Tío Rico McPato encarna el éxito basado en la acumulacion de riqueza, mientras que el Pato Donald permanece una posición de constante precariedad. Este modelo enfatiza la idea de que la movilidad social es excepcional y que la desigualdad es una condición inalterable. La narrativa de Disney sugiere que la riqueza es el resultado del esfuerzo personal, sin cuestionar los privilegios estructurales que permiten su acumulacion. Donald, pese a su esfuerzo continuo, nunca logra mejorar su situación económica, lo que transmite la idea de que ciertas posiciones sociales son inamovibles y que los intentos por cambiar la jerarquía económica son en vano. Uno de los aspectos destacados en el análisis es la ausencia de estructuras familiares convencionales en los relatos de Disney. La falta de figuras paternas o maternas refuerzan la imagen de individuos aislados, sin lazos de solidaridad comunitaria, lo que favorece la concepción de un sujeto autónomo desligado de su entorno social y cultural. En las historietas de Disney, los lazos familiares son débiles o inexistentes, y las relaciones interpersonales giran en torno a lo económico o a la amistad circunstancial. Esta visión promueve la individualización extrema, desalentando la idea de cooperación y resistencia colectiva como formas legítimas de enfrentar las injusticias del sistema.

Los autores examinan la representación del trabajo en los comics de Disney, señalando que el esfuerzo de los personajes rara vez conducen a una mejora sustancial en sus condiciones de vida. Se promueve así una visión en la que el trabajo no implica una transformación estructural, sino una perpetuación de la desigualdad, disuadiendo cualquier forma de resistencias colectiva. A través de personajes como Donald, que se esfuerza constantemente sin obtener recompensas significativas, se naturaliza la explotación y se desalienta la lucha por mejores condiciones laborales. Además, la representación de Tío Rico como un empresario exitoso refuerza la idea de que la acumulacion  de riqueza es un mérito personal, ignorando las dinámicas de explotación que sostiene el sistema capitalista. 

Las figuras femeninas en las historias de Disney son escasas y ocupan roles secundarios o estereotipos. La ausencia de mujeres con poder de decisión refuerza una visión patriarcal en la que los hombres dominan el ámbito público y económico, mientras que las mujeres quedan relegadas a funciones de soporte o interés románticos. La escasez de personajes femeninos con autonomía o protagonismo refuerza la idea de que las mujeres no desempeñan un papel central en la toma de decisiones. Además, cuando aparecen, su representación suele estar ligada a la belleza, la ternura o la domesticidad, perpetuando modelos tradicionales de género que refuerzan la subordinación femenina. Los relatos de Disney presentan un modelo de justicia en el que los conflictos se resuelven dentro del marco del orden establecido, evitando cualquier transformación real de estructuras sociales. La violencia no es un mecanismo de cambio, sino un medio para presentar el statu quo, reforzando la idea de que la legalidad existente es incuestionable. Los antagonistas suelen ser representados como personajes que desafían el sistema, y su destino es casi siempre el castigo o la marginación. De este modo, se refuerza la percepción de que cualquier intento por cambiar el sistema es peligroso o está condenado al fracaso.

Dorfman y Mattelart subrayan el papel de los medios de comunicación en la formación de la percepción de la realidad. A través de la exposición continua a estos relatos, los lectores internalizan valores que naturalizan las desigualdades y desincentivan el pensamiento crítico. La hegemonía cultural de Disney contribuye a que sus narrativas sean aceptadas como reflejos de la realidad, lo que dificulta la emergencia de discursos alternativos. en este sentido. el libro enfatiza la importancia de una lectura crítica de los medios para cuestionar las narrativas dominantes y fomentar el pensamiento autónomo.

Desde una perspectiva psicológica, el libro destaca cómo los comics de Disney influyen en la percepción de los lectores mediante mecanismos de identificación y aprendizaje social. El humor y las caricaturizaciones minimizan la gravedad de las desigualdades, reforzando una aceptación pasiva del sistema vigente. A través de la repetición de ciertos arquetipos y mensajes, estos relatos condicionan la forma en que las personas interpretan el mundo y sus posibilidades dentro de él. El aprendizaje social sugiere que los niños internalizan modelos de conducta a partir de los personajes con los que interactúan, lo que refuerzan actitudes conformistas y acrítica ante las injusticias. Los autores concluyen que el análisis crítico de los medios de comunicación es esencial para la resistencia cultural. Fomentar una conciencia crítica permite cuestionar los valores impuestos y explorar alternativas para construir sociedades más equitativas y justas. La desmitificación de los relatos dominantes es un paso clave para generar nuevas narrativas que reflejan otras formas de organización social y política, ofreciendo alternativas a la visión impuesta por la hegemonía cultural.

Para leer al Pato Donald expone cómo las historietas de Disney funcionan como un dispositivo ideológico que legitima el capitalismo y las estructuras de poder existentes. A través de este análisis, Dorfman y Mattelart buscan estimular una lectura crítica de los medios de comunicación, promoviendo una conciencia que desafíe la hegemonía cultural y fomenta alternativas sociales más inclusivas. El Pato Donald es, en muchos sentidos, un reflejo de la clase media, una clase atrapada entre las expectativas sociales, las luchas internas y la constante frustración. A pesar de sus esfuerzos por alcanzar el éxito o mejorar su situación, el personaje se encuentra constantemente con obstáculos que no puede superar, lo cual podría verse como una metáfora de la lucha individual dentro de un sistema económico capitalista que, aunque promete libertad y éxito personal, en realidad perpetúa la desigualdad y la competitividad feroz. 

La conclusión más amplia del libro es, en última instancia, un llamado a la reflexión sobre el poder del tratamiento y los medios de comunicación en la configuración de nuestras ideas. Aunque el Pato Donald, como personajes, representa la lucha individual contra las adversidades de la vida, también es un producto de un sistema que, consciente o inconsciente, perpetua esos mismos obstáculos. El autor nos invita a cuestionar nuestra relación con los medios de comunicación y a ser conscientes de la forma en que los consumismos, surgiendo que debemos ser más activos y críticos con lo que nos presentan, sobre todo cuando se trata de contenidos que parecen inofensivos pero que, en su base, pueden estar construidos para reforzar una narrativa preexistente. En este sentido "Para leer del Pato Donald" no solo es una crítica a una figura popular, sin una crítica a toda una industria cultural que, bajo la apariencia de entretenimiento, tiene el poder de definir como vemos el mundo y cómo interactuamos con el.



Referencia Bibliográfica: 

Ariel, D. y. (2005). Para leer el Pato Donald. En D. y. Mattelart, Comunicación de masas y colonialismo (p. 169). Argentina: Editorial.




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