martes, 29 de abril de 2025

ENRIQUE DUSSEL

Enrique Dussel (1934-2023) fue un filósofo argentino-mexicano fundamental para comprender las raíces coloniales del pensamiento occidental y para proponer alternativas desde América Latina. Su obra atraviesa múltiples dimensiones, desde una crítica radical a la modernidad eurocéntrica hasta la construcción de una filosofía política, ética e histórica desde la periférica. En este artículo explicaremos sus principales aportes en torno a seis conceptos clave: modernidad, colonialidad, posmodernidad, pensamiento decolonial, transmodernidad y alteridad.




Enrique Dussel propone una revisión profunda del concepto de modernidad. Para él, la modernidad no comienza con el Renacimiento ni con la Ilustración, como sugiere la historia eurocéntrica, sino con el proceso de conquista de América iniciado en 1492. Desde esta perspectiva, la modernidad se constituye como un proyecto civilizatorio basado en la exclusión, la violencia y el ocultamiento de los otros pueblos del mundo. El relato hegemónico presenta la modernidad como el inicio del progreso, la razón y la ciencia, pero en realidad, dice Dussel, fue posible gracias a un acto fundacional de violencia: la colonización. Es decir, Europa pudo convertirse en centro del mundo gracias al saqueo de América, África y Asia, construyendo así una imagen de sí misma como superior, racional y universal. Este autoengaño encubre su verdadero origen colonial y violento. Por lo tanto, la modernidad es al mismo tiempo emancipadora para unos y opresiva para muchos otros. La crítica de Dussel se dirige a desenmascarar esa dualidad histórica y epistemológica que ha sido sistemáticamente ignorada en las filosofías tradicionales.

El concepto de colonialidad aparece en la obra de Dussel como una categoría central para comprender la persistencia del sistema moderno/colonial más allá del fin del colonialismo formal. Mientras el colonialismo se refiere a las estructuras administrativas y políticas de dominación directa, la colonialidad se refiere al patrón de poder que continúa operando en el presente a través de la subordinación racial, epistémica, económica y cultural de los pueblos anteriormente colonizados. La colonialidad implica que incluso después de la independencia política, los países del sur global siguen dependiendo de las estructuras impuestas por el centro occidental. Dussel sostiene que esta colonialidad afecta no solo a las instituciones, sino a los modos de pensar, de ser y de saber. Es decir, la colonialidad del poder, del saber y del ser mantiene la jerarquía global entre centro y periferia, entre lo moderno y lo tradicional, entre lo civilizado y lo bárbaro. Esta estructura sigue siendo funcional al capitalismo global y reproduce la exclusión, la marginalización y el silenciamiento de los pueblos no occidentales.

Frente a las promesas fallidas de la modernidad, surgió en Europa la posmodernidad como una crítica al racionalismo, al progreso y a las grandes narrativas. Dussel reconoce que la posmodernidad tiene el mérito de cuestionar los fundamentos de la modernidad, pero señala que su crítica sigue siendo interna al mundo europeo. Es decir, la posmodernidad es una autocrítica que Europa se hace a sí misma, sin incluir en su horizonte a los pueblos colonizados ni reconocer la historia de la opresión. La posmodernidad rompe con el sujeto moderno, pero no reconoce al otro como sujeto pleno. Para Dussel, la posmodernidad es insuficiente porque no va más allá del eurocentrismo, y no ofrece una salida real a las estructuras de dominación global. Es más, muchas veces la posmodernidad aparece como una sofisticación teórica que ignora las luchas concretas de los pueblos del sur. En lugar de abrirse al diálogo con otras racionalidades, la posmodernidad cae en un relativismo estético o en un escepticismo paralizante. Dussel propone que necesitamos una crítica más radical que parta no desde el desencanto europeo, sino desde las experiencias históricas de los oprimidos.

A partir de esa necesidad, se desarrolla el pensamiento decolonial, una corriente crítica que, siguiendo las pistas de Dussel, busca desmantelar la estructura colonial del saber y del poder. El pensamiento decolonial no es solo una crítica al colonialismo histórico, sino un proyecto que apunta a construir un nuevo horizonte epistémico, político y ético desde la experiencia de los pueblos colonizados. Dussel plantea que es necesario pensar desde la exterioridad del sistema moderno/colonial. Esta exterioridad no es un lugar geográfico solamente, sino una posición de crítica radical desde los márgenes. A diferencia de las filosofías críticas europeas, el pensamiento decolonial se ancla en la memoria de la conquista, en la resistencia de los pueblos originarios y en la pluralidad de saberes. Se trata de una ruptura con la pretensión universal del pensamiento occidental, y una afirmación de la dignidad de otras formas de vida, conocimiento y organización social. En este marco, Dussel propone una filosofía de la liberación que parte de la alteridad y del sufrimiento de las víctimas históricas de la modernidad, con el objetivo de construir alternativas reales al modelo civilizatorio dominante.

La transmodernidad es la propuesta más propositiva y visionaria de Dussel. No se trata solo de criticar la modernidad, como hacen los posmodernos, ni de oponerse a ella frontalmente, como los antimodernos, sino de trascenderla integrando sus logros legítimos con los aportes de las culturas oprimidas. La transmodernidad implica una apertura a un diálogo mundial de saberes, en el que se reconozcan la ciencia y la tecnología modernas, pero se les sitúe dentro de un horizonte más amplio, donde también cuenten las cosmovisiones indígenas, los saberes ancestrales, las economías del cuidado y las espiritualidades no occidentales. Es un proyecto político y ético que busca un orden mundial basado en la justicia, la equidad y la pluralidad. Dussel propone que el futuro no debe ser la expansión de la modernidad occidental, sino un nuevo tipo de civilización donde coexistan múltiples formas de ser y pensar. La transmodernidad, por tanto, es la superación creativa y dialógica de la modernidad desde sus víctimas históricas, y la construcción de un mundo verdaderamente intercultural, pluriversal y solidario.

Finalmente, la alteridad es el núcleo ético del pensamiento de Dussel. Frente al sujeto moderno, cerrado en sí mismo y autosuficiente, Dussel propone un sujeto abierto al otro, constituido en relación y responsabilidad. La alteridad no es un concepto abstracto, sino una experiencia concreta del otro que sufre, que es marginado, que es excluido. Este otro es el rostro indígena, el cuerpo empobrecido, la mujer racializada, el migrante precarizado. La ética de la liberación que propone Dussel parte del reconocimiento de ese otro como sujeto pleno de dignidad y de derechos. La alteridad implica una ruptura con el egoísmo moderno y la apertura a una comunidad en la que el bien del otro es el punto de partida de toda acción ética. No hay ética verdadera sin el reconocimiento radical de la injusticia, sin escuchar al otro y sin responder a su llamado. Por eso, la alteridad no es un concepto más, sino la clave de una nueva racionalidad que desborda el pensamiento occidental y se arraiga en la experiencia histórica de los pueblos oprimidos.



Referencias:

Dussel, E. (1994). 1492: El encubrimiento del Otro. Hacia el origen del “mito de la modernidad”. Editorial Nueva Utopía.

Dussel, E. (1998). Ética de la liberación en la edad de la globalización y la exclusión. Editorial Trotta.

Dussel, E. (2000). Filosofía de la liberación. Fondo de Cultura Económica.

Dussel, E. (2006). La política de la liberación: Historia mundial y crítica. Editorial Trotta.

Dussel, E. (2007). Materiales para una política de la liberación. Editorial Universidad del Valle.

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