Entre la frustración y la violencia estructural
Un elemento clave en la agresión es la deshumanización: cuando dejamos de ver al otro como persona, se vuelve más fácil justificar el daño. Las redes sociales, el anonimato o la pertenencia a masas pueden favorecer esta desconexión emocional.
Pero la agresión no solo ocurre entre individuos. Existen formas de violencia estructural como la exclusión sistemática, el racismo institucional, o la precariedad que también generan sufrimiento y perpetúan ciclos agresivos. Por eso, la prevención de la agresión no puede limitarse a controlar la ira individual; requiere intervenir en las condiciones sociales que la alimentan.
Fomentar la educación emocional, enseñar estrategias de afrontamiento, y construir entornos más equitativos, son pasos fundamentales hacia una convivencia más pacífica.
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