"Sembrar en tierra fértil: Ignacio Martín-Baró y la siembra de una psicología para la vida"
“La lucha continuará mientras haya un sistema que genere desigualdades” Ignacio Martín-Baró.
En un mundo donde las ciencias humanas corren el riesgo de volverse meras herramientas técnicas, Ignacio Martín-Baró nos dejó un legado inmenso: sembrar esperanza donde la desesperanza parecía inevitable.
Su propuesta no fue sólo teórica; fue profundamente vivencial, tejida con la historia doliente de nuestros pueblos latinoamericanos. Hablar de Martín-Baró es hablar de una psicología con rostro, con manos curtidas de trabajar, con pies descalzos que conocen la tierra. Es hablar de un hombre que no se conformó con entender la opresión: quiso acompañar a los oprimidos en su liberación. Su idea de una “psicología de la liberación” fue, y sigue siendo, una semilla sembrada en un suelo fértil: la memoria viva de América Latina. Martín-Baró entendió algo que a menudo olvidamos en la academia: el sufrimiento humano no es un dato estadístico. Nacido en España, pero latinoamericano por elección y compromiso, Ignacio vivió y murió en El Salvador, tierra azotada por la violencia estructural y la desigualdad.
Él observaba que la psicología tradicional, importada de modelos anglosajones, era ciega ante el dolor social. ¿Cómo podía hablarse de autoestima, de motivación o de salud mental, sin tocar la pobreza, la exclusión, la violencia política? Para Martín-Baró, no había verdadera psicología sin compromiso social. Así nació su idea: una psicología que no solo estudia a los seres humanos, sino que se compromete con ellos. No basta con analizar el trauma individual; hay que entender el "trauma psicosocial" que lastima a sociedades enteras.
El concepto que atraviesa su legado es claro: la liberación es una praxis, no una teoría abstracta. La psicología de la liberación es, ante todo, una apuesta ética y política que nos recuerda que sanar a los pueblos es inseparable de dignificar sus luchas. Martín-Baró no concebía la psicología como un saber neutro. Para él, cada ciencia lleva implícita una elección política: ponerse al servicio del statu quo o al servicio de la transformación social. Su propuesta es profundamente ética:
En su mirada crítica, la psicología tradicional había olvidado este compromiso, sirviendo muchas veces como instrumento de control y normalización. Frente a ello, Ignacio propuso un cambio de raíz: construir una psicología capaz de cuestionar el poder, desmontar las estructuras de injusticia y acompañar los procesos colectivos de liberación.
Uno de los grandes aportes de Martín-Baró fue su concepto de "trauma psicosocial". No basta con mirar los daños individuales: los traumas sociales marcaron a generaciones enteras. La violencia política, la pobreza sistemática, la represión, generan heridas profundas en la memoria colectiva. Sanar, entonces, no puede ser una tarea privada. Sanar es reconstruir la memoria colectiva, dignificar las historias silenciadas y abrir caminos de esperanza en medio de la adversidad.
Para Martín-Baró, recordar es resistir. La memoria es una herramienta viva que puede sostener la lucha por un futuro más justo. Inspirado por pensadores como Paulo Freire, Ignacio consideraba que la educación debía ser un acto de liberación. No se trataba de transmitir contenidos, sino de abrir espacios de diálogo donde los sujetos populares pudieran reconocerse como protagonistas de su historia.
Educar, en la perspectiva de Martín-Baró, es un acto profundamente político: rompe con el fatalismo, despierta la conciencia crítica y alimenta la capacidad de soñar y construir otros mundos posibles. La psicología de la liberación no se construye en los congresos ni en los papers académicos: se construye en la vida diaria, en cada comunidad, en cada espacio donde se tejen resistencias.
Martín-Baró nos enseñó que la transformación empieza en los pequeños gestos: acompañar a una comunidad desplazada, crear redes de solidaridad, defender el derecho a la salud mental para todos y todas, denunciar la violencia estructural, acompañar los procesos de duelo colectivo.
Cada acción, por pequeña que sea, suma en la construcción de un tejido social más justo y humano. A pesar de su asesinato en 1989, Ignacio Martín-Baró sigue vivo en los corazones de quienes luchan por una psicología comprometida con la dignidad humana. Su legado no es un dogma, sino una invitación permanente a pensar, sentir y actuar desde el compromiso ético. Hoy más que nunca, en un mundo atravesado por nuevas formas de exclusión y violencia, su mensaje resuena con fuerza: "No hay liberación sin memoria, sin verdad, sin compromiso".
La semilla que sembró Martín-Baró sigue creciendo. Cada proyecto comunitario, cada psicólogo o psicóloga que trabaja desde una perspectiva crítica, cada educador popular, cada defensor de los derechos humanos, es parte de esa siembra. "Sembrar en tierra fértil es confiar en la vida incluso en medio de la adversidad".
Martín-Baró nos recordó que el sufrimiento humano no puede ser normalizado ni ignorado. Que nuestra tarea, como profesionales y como personas, es acompañar a quienes luchan por su dignidad, construir esperanzas colectivas y no olvidar nunca que la liberación es siempre un acto compartido.
En sus propias palabras, hoy más vigentes que nunca: “La lucha continúa mientras haya un sistema que genere desigualdades.” "Y en cada lucha, en cada esperanza sembrada, Ignacio Martín-Baró sigue caminando con nosotros".
Él observaba que la psicología tradicional, importada de modelos anglosajones, era ciega ante el dolor social. ¿Cómo podía hablarse de autoestima, de motivación o de salud mental, sin tocar la pobreza, la exclusión, la violencia política? Para Martín-Baró, no había verdadera psicología sin compromiso social. Así nació su idea: una psicología que no solo estudia a los seres humanos, sino que se compromete con ellos. No basta con analizar el trauma individual; hay que entender el "trauma psicosocial" que lastima a sociedades enteras.
El concepto que atraviesa su legado es claro: la liberación es una praxis, no una teoría abstracta. La psicología de la liberación es, ante todo, una apuesta ética y política que nos recuerda que sanar a los pueblos es inseparable de dignificar sus luchas. Martín-Baró no concebía la psicología como un saber neutro. Para él, cada ciencia lleva implícita una elección política: ponerse al servicio del statu quo o al servicio de la transformación social. Su propuesta es profundamente ética:
En su mirada crítica, la psicología tradicional había olvidado este compromiso, sirviendo muchas veces como instrumento de control y normalización. Frente a ello, Ignacio propuso un cambio de raíz: construir una psicología capaz de cuestionar el poder, desmontar las estructuras de injusticia y acompañar los procesos colectivos de liberación.
Uno de los grandes aportes de Martín-Baró fue su concepto de "trauma psicosocial". No basta con mirar los daños individuales: los traumas sociales marcaron a generaciones enteras. La violencia política, la pobreza sistemática, la represión, generan heridas profundas en la memoria colectiva. Sanar, entonces, no puede ser una tarea privada. Sanar es reconstruir la memoria colectiva, dignificar las historias silenciadas y abrir caminos de esperanza en medio de la adversidad.
Para Martín-Baró, recordar es resistir. La memoria es una herramienta viva que puede sostener la lucha por un futuro más justo. Inspirado por pensadores como Paulo Freire, Ignacio consideraba que la educación debía ser un acto de liberación. No se trataba de transmitir contenidos, sino de abrir espacios de diálogo donde los sujetos populares pudieran reconocerse como protagonistas de su historia.
Educar, en la perspectiva de Martín-Baró, es un acto profundamente político: rompe con el fatalismo, despierta la conciencia crítica y alimenta la capacidad de soñar y construir otros mundos posibles. La psicología de la liberación no se construye en los congresos ni en los papers académicos: se construye en la vida diaria, en cada comunidad, en cada espacio donde se tejen resistencias.
Martín-Baró nos enseñó que la transformación empieza en los pequeños gestos: acompañar a una comunidad desplazada, crear redes de solidaridad, defender el derecho a la salud mental para todos y todas, denunciar la violencia estructural, acompañar los procesos de duelo colectivo.
Cada acción, por pequeña que sea, suma en la construcción de un tejido social más justo y humano. A pesar de su asesinato en 1989, Ignacio Martín-Baró sigue vivo en los corazones de quienes luchan por una psicología comprometida con la dignidad humana. Su legado no es un dogma, sino una invitación permanente a pensar, sentir y actuar desde el compromiso ético. Hoy más que nunca, en un mundo atravesado por nuevas formas de exclusión y violencia, su mensaje resuena con fuerza: "No hay liberación sin memoria, sin verdad, sin compromiso".
La semilla que sembró Martín-Baró sigue creciendo. Cada proyecto comunitario, cada psicólogo o psicóloga que trabaja desde una perspectiva crítica, cada educador popular, cada defensor de los derechos humanos, es parte de esa siembra. "Sembrar en tierra fértil es confiar en la vida incluso en medio de la adversidad".
Martín-Baró nos recordó que el sufrimiento humano no puede ser normalizado ni ignorado. Que nuestra tarea, como profesionales y como personas, es acompañar a quienes luchan por su dignidad, construir esperanzas colectivas y no olvidar nunca que la liberación es siempre un acto compartido.
En sus propias palabras, hoy más vigentes que nunca: “La lucha continúa mientras haya un sistema que genere desigualdades.” "Y en cada lucha, en cada esperanza sembrada, Ignacio Martín-Baró sigue caminando con nosotros".
No hay comentarios:
Publicar un comentario